Una sala oscura, negra, enorme, y un
escenario al fondo. En él toca una orquesta, tétrica, de manera repetitiva, como si lo que
toca lo llevase tocando desde tiempos inmemoriales, pero a nuestros oídos
suena como si lo oyésemos por primera vez…
Bienvenidos al Baile.
Al baile de nuestras hormonas, nuestras
pulsiones, nuestros sueños, nuestros miedos, temores y virtudes…
Bailar. Eso es lo que hacemos todos: bailar,
danzar, sin descanso, sin pausa, inconscientes de ello, pero sin pausa. Todos
bailamos en la misma sala, con la misma música de fondo; unos entran, otros salen, pero
nadie se queda, tarde o temprano todos se van, como una corriente que va
renovando la gente que danza al son de la música inmemorial…
“But nobody bleeds for the dancer…”
Quizás la respuesta a todas las preguntas que tenemos —y al amor, la mejor manera de bailar— es saber que tu pareja de baile baila a tu son, a gusto; y si te pisa el pie, sonreír y pensar que, aunque haya mejores bailarines, ella quiere bailar contigo, y sangrará por ti, para que tú bailes con ella… Y quedarte porque sabes que esa intención es recíproca, que aunque haya pisotones, lo único que queréis es bailar juntos, y bailar, y bailar…
Danzamos sin fin, sin preocuparnos de si pisamos el pie de nuestro compañero, de si le gusta nuestro baile, nuestro ritmo, nuestro paso; cambiamos de pareja de baile a nuestro antojo, sin preocuparnos si a nuestra pareja de baile le gustaba bailar con nosotros o no. Otros bailan con dos, con tres, otros sin nadie, y otros buscan desesperadamente con quien bailar, pero todos miran solamente por bailar, por seguir danzando, sin preocuparse por el baile de los demás…
“And It goes on and on and on… But nobody bleeds for the dancer…”
Quizás esa sea la respuesta, quizás eso
sea el amor verdadero, mirar por alguien y no solo por ti, por tu baile, por
tus pasos, por tu camino…
“Maybe, the answer... is to bleed for the dancer… And go on and on and on…”
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