Y miras, en frente de ti,
tu cuerpo sin vida, inerte,
pupilas vacías de vida mirándote,
el perdió la apuesta con la muerte.
Y yo no.
Agarras la pala, cavas hondo,
y dejas caer el peso muerto,
de tu rostro, desfigurado y tuerto,
a tres metros bajo tierra movida.
Pero no soy yo.
De la vida a la muerte,
en un segundo,
de la muerte a la vida,
en un momento.
Y el sol brilla,
y tus padres discuten,
tu hermana chatea,
y mi abuelo se nutre,
de una botella ajena.
La familia, como siempre.
De nuevo.
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