El sol, que quema tu piel,
pequeñas palmeras podadas,
que solo dan una triste sombra,
y que no evitan que el asfalto
el acero y el hormigón,
ardan como en el infierno.
Y por tu nariz entran,
fragancias de plantas, flores,
meado, cloaca y poca higiene,
comidas de otros mundos,
y el olor a sal y a mierda,
de la orilla de la Barceloneta.
Veranito en Raval.
Skaters y ciclistas salvajes,
que se creen dueños y señores,
de esta jungla de asfalto,
guiris con chanclas y calcetines,
inmortalizando con su cámara,
la decadencia del ser humano.
Maletas ardiendo en la acera,
olor a quemado en la calle,
sangre sobre un cajero de La Caixa,
coches de mossos y de la urbana,
en las calles, en las plazas,
controlando a borrachos y yonkis.
Veranito en Raval.
En estas calles, el sol calienta,
las excentricidades de la vida,
en estas calles, todo es multi:
multicultural, multitudinario,
multimillonario, toxicómano.
Aunque de lo último haya
mucho más que de lo primero.
Veranito en Raval
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