Que tristes suenan las campanas,
hoy cantarán con jolgorio tu muerte,
y un féretro vacío mostrará a quienes no se fíen,
que tú no eres más que un caparazón inerte.
En el atrio el coro santo canta y reza:
"Señor nuestro acoge en tu vientre de
eternidad,
a esta alma sacrificada en pos de la vanidad.
Deja descansar en tu reino de sobria pureza,
a esta triste alma la cual a su dueño ya no
interesa"
Y yo estoy sentado en primera fila,
admirando esta Divina Comedia tuya,
que si ahora te quiero, que si ahora soy suya,
lloro en soledad la triste y patética perdida,
de una persona en pos de una persona.
Una vez ganaré y mil veces perderé,
pero menos mal que siempre tendré,
el triste y penoso consuelo,
de que siempre ambos sabremos,
que me echas de menos.
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