Despiertas en medio del esperado caos
impregnado por la esencia de mi beso arrogante;
detenida la embestida y el húmedo torrente,
regresan las dudas que resolvieron estas manos.
La ropa espatarrada por la oscuridad del cuarto,
aquel nuestro fiel cómplice de guerra y paz.
No somos más que tierra mojada, papel, esparto;
víctimas del desahogo, huérfanos de antifaz.
Y giro la vista y comprendo cuánto te anhelaron
estos dedos impúdicos, muertos de sed y ansia,
enloquecidos por este espejismo ínfimo y fugaz.
¿Quién sabe sino los poetas de esferas lunares,
de demasiadas inseguridades, de sueños, caricias,
de poca tinta y muchas noches aún por contar?
No hay comentarios:
Publicar un comentario