domingo, 10 de agosto de 2014

Naufragando hacia el vendaval


¿Qué salida nos queda pues, cuando no somos más que cifras en un cuaderno?

Miro entre los recovecos de mi ciudad
y no hago más que hallar mugre y sudor,
indigencia, consumo y extorsiones.

La soberbia se regodea por las aceras
dueña de acequias y descampados,
del quiero y no puedo, del quiero creer. 

Lidera el avaro superpuesto a la decencia
haciendo gala de esa pretenciosa virtud
de niño noble, de mesías encomendado.

Mientras tanto no nos queda nada
del tiempo entre las hierbas y la hiedra, 
del sueño de una ingesta vida feliz.

Nos buscamos a ciegas pero no hallamos 
nada más que lamentos secos, furor;
lágrimas ahogadas por jodida indiferencia.

Y todas mis penas bailan al son del delirio
pues tienen demasiadas cuentas por saldar
y muy a mi pesar, tan poco crédito.








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