¡Alto el
fuego! ¡Dejen las armas!
La tormenta
por fin se acabó,
el enemigo
que tanto tembló,
ya ha
apagado las alarmas.
Y al fin
cesaron las pequeñas,
batallas de
una guerra fría,
entre dos
personas que no saben,
estar ni
juntas ni partidas.
Ahora la
calma va a llegar,
ahí donde
hubo un gran dolor,
ahí donde
los versos buscan bregar.
Que haya paz
tanto en la tierra,
así como en
nuestras almas.
Ojalá que no
lluevan más piedras.
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